sábado, 1 de noviembre de 2008

La familia y uno más

Uno de los deseos más produndos que poseemos las personas es el de ser únicos, exclusivos, desde los primros años de vida exigimos amor incondicional de nuestros padres y madres. Los celos pueden poseer rasgos positivos y negativos; así, una cantidad justa de celos sería necesaria pero si los celos son permanentes, éstos tienden a desgastar la relación afectiva y aparecen los reproches hacia el ser querido. Los celos positivos se caracterizan por la retención de pensamientos básicamente positivos sobre el hermano o hermana, aun cuando se genere dolor. Los celos positivos raramente infligen daño profundo o permanente en alguno de los hermanos que se integran en la estructura familiar, ni en la relación fraternal; sin embargo, los celos negativos son una reacción destructiva que, de la nada, inventan pensamientos negativos e injustos sobre el hermano o hermana, que frecuentemente son bien disimulados pero destructivos para las emociones de ambos.
Cuando una persona está celosa, significa que se siente insegura o amenazada, y los celos constituyen una de las mayores causas de verdadero sufrimiento, por ello exigen para ellos solos todo el amor y las atenciones del ambiente que les rodea. La llegada de un hermano le facilita la sensación de creerse amenazado en sus derechos de propietario absoluto.
Desde el primer momento, los padres necesitan conocer este sufrimiento del niño como algo natural, para poder audarle a superarlo, permitiéndole que no oculte sus sentimientos, dejándole que se explique, sin miedos, para evitar resentimientos y temores más peligrosos después. Los padres deben actuar tranquilos y decirle al niño o niña que no se preocupe, pues tiene un lugar seguro en su corazón, que puede confiar en ellos y que es único, distinto de su hermano o hermana. Si lo hacen de este modo, lo ayudarán a reequilibrar su ansiedad y su desconfianza en tiempo breve. Los sentimientos del niño, expresados con claridad, nos aportan pistas concretas para acogerlo, ser tolerantes con él y tener en cuenta que podrá tener regresiones pasajeras que desaparecerán cuando se normalice la situación familiar.
Sin embargo, en otras ocasiones, estas adaptaciones y normalizaciones fracasan y los celos pueden mantenerse o manifestarse de manera patológica, casi obsesiva, apoderándose de los pensamientos del niño durante mucho tiempo del día, lo que le causará estrés y comportamientos que pueden resultarnos sorprendentes y poco habituales en él. El niño puede:

  • Realizar actuaciones agresivas hacia el bebé.
  • Dirigir su hostilidad contra la madre. Son los casos de niños que no quieren comer, desobedecen, mojan la cama otra vez y se oponen a lo que la madre les pide, pues la culpan de que haya venido otro niño.
  • Dirigir su hostilidad hacia sí mismos. Presentan retraimiento, apatía, dejan de participar en la vidia familiar.
  • Tener rabietas muy temperamentales.
  • Falta de interés o indiferencia ante cualquier cosa.
  • Intentar desplazar al hermanito o hermanita, atrayendo contínuamente la atención de sus padres.
  • Regresar a conductas infantiles ya superadas. Son los casos de niños que quieren tomar otra vez el biberón, usar el chupete, hablar utilizando una jerga infantil, mantener la luz de la habitación encendida, dormir con sus padres, tienen pesadillas, no quieren ir al colegio por temor a separarse de los padres...
  • Manifestar la tensión en síntomas físicos: malestar, dolor de estómago o de cabeza, vómitos...

Para evitar todas estas manifestaciones, los padres deben intervenir desde el embarazo. La primera medida de prevención es no dar por supuesto que el niño o niña va a tener una reacción negativa. Las explicacionees que demos al niño sobre la llegada del hermano, estarán adpatadas a su edad. La etapa más conveniente será a partir del segundo trimestre del embarazo, cuando ya el estado de gestación es evidente y serán los padres quienes, de forma veraz, breve y natural, se lo comuniquen. No diremos si es niño o niña para evitar frustraciones posteriores, pero si visitaremos a otras familias con bebés para promover la familiarización con niños más pequeños. Le haremos compartir sin exageración las pataditas del bebé o que escuche su latido y prepararemos con él la habitación de su nuevo hermano. Evitaremos, en la medida de lo posible, los grandes cambios y mantendremos las pequeñas rutinas que son familiares para el mayor.

El primer contacto con el bebé partirá de la cuna, mejor que el niño vea al bebé en la cuna que en brazos de su madre. Le permitiremos visitar a la mamá todos los días y evitaremos la preocupación del propio niño por la salud de su madre.

Una vez en casa, se restablecerá el equilibrio en la unidad familiar. Daremos papeles nuevos, nueva organización, prestando especial atención al hermano o hermana mayor. Trataremos a cada niño de manera individualizada ignorando llamadas de atención. También se puede "jugar a los bebés" para permitir dentro de una situación de juego que el mayor se comporte como le gustaría. Tras el juego, el comportamiento que se le aplaudirá es el propio de su edad.


Por último, os dejo algunos enlaces relacionados con el tema de los celos infantiles:

http://http://www.guiainfantil.com/educacion/celos/correccion.htm

http://http://www.educacioninfantil.com/displayarticle157.html

Libros recomendados:

  1. ORTIGOSA,M. (1999): El niño celoso. Madrid. Editorial Pirámide

  2. POLAINO LORENTE, A. (1991): Hijos celosos. Barcelona. Editorial CEAC

  3. SAMALÍN, N (1998): Querer a todos por igual. Barcelona. Editorial Médici

  4. LANIADO, N (2006): Niños celosos. Barcelona. Ediciones Médici

Fuente: Revista "Maestra Infantil"

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